Declaración de la misión de Santos Ángeles Custodios
Declaración de la misión de Santos Ángeles Custodios:
La parroquia de Los Santos Ángeles Custodios se esfuerza por facilitar un viaje de renovación espiritual al trabajar con el Espíritu Santo en formas nuevas y creativas para hacer discípulos, construir comunidad e inspirar testigos del Evangelio.
Una nueva declaración de misión para nuestra nueva parroquia amplifica la señal para cada uno de nosotros, los feligreses de la parroquia Los Santos Ángeles Custodios: estamos llamados. Estamos llamados a responder a la voz de Dios todos los días. No todos estamos llamados de la misma manera, pero todos escuchamos con claridad la voz que nos pide renovarnos y hacer así nuestra nueva parroquia. Haciendo esto en comunión con Cristo y entre nosotros, tenemos la confianza de que cumplimos la voluntad de Dios y así cumplimos nuestra misión.
Juntos, podemos esperar que nuestro trabajo, nuestra misión, adopta tres formas distintas. Estas identidades constituirán la forma en que se renueva nuestra comunidad parroquial.
La primera forma de renovación espiritual será hacer discípulos. El objetivo de nuestra parroquia, y de toda la iglesia, es hacer que la mayor cantidad de personas posible experimente el poder salvador del amor de Dios. Como comunidad parroquial, debemos esforzarnos constantemente por invitar a aquellos que aún no han conocido a Jesucristo a experimentar el gozo del Evangelio.
¿Cómo hacemos esto? ¿Cómo hacemos discípulos?
Primero, necesitamos renovar nuestra propia relación con Dios. Volver a comprometernos con Dios es una necesidad si queremos vivir el mandato de Cristo de difundir el Evangelio a otros. Una vez que hemos abierto nuestros propios corazones, podemos confiar en que el Espíritu Santo será nuestra guía. Cuando nosotros mismos nos dejamos llevar por el amor y la alegría, tendremos el valor de invitar a otros a responder a sus propias llamadas. A través de nuestro testimonio, permitimos que nuestros amigos escuchen claramente la voz de Dios hablándoles.
Hacer discípulos comienza con cada uno de nosotros respondiendo al llamado de Dios. A partir de ahí, el Espíritu Santo guiará a cada individuo.
La segunda forma de renovación espiritual que podemos esperar experimentar en nuestra parroquia es la construcción de comunidad. Esto no solo significa que los cimientos de nuestras iglesias son fuertes, sino que la parroquia puede sostenerse a sí misma como una comunidad amorosa inspirada en la predicación de Cristo. Cristo enseña que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. En una comunidad parroquial, amar a nuestro prójimo es ser generoso con nuestro tiempo, talento y tesoro para asegurar que se satisfagan todas las necesidades de la parroquia.
Cristo nos está hablando de nuevo, esta vez no solo para que volvamos a comprometernos en la fe con Él, sino para reconocer el espíritu divino que vive en cada uno de nuestros miembros parroquiales. La palabra que mejor resume tal idea es vitalidad. Nuestro compromiso en acción con nuestra parroquia es vital no solo en un sentido de necesidad, sino también en un sentido de vivacidad. Mediante nuestra acción colectiva, nos aseguramos de que nuestra parroquia tenga los recursos adecuados de tiempo, talento y tesoro. Planeamos cuidadosamente la visión de nuestra parroquia. Nuestras necesidades están satisfechas. Nuestras iniciativas son recibidas con entusiasmo. Nuestros esfuerzos son sostenibles. Nuestra parroquia se siente viva, alimentada por la alegría y la esperanza del Evangelio y la promesa de salvación de Cristo.
Cuando hayamos renovado nuestro compromiso con Cristo y solidificamos nuestras acciones en la fe, haremos discípulos y construiremos una comunidad parroquial fuerte. En ese momento, comenzaremos a inspirar a testigos en la comunidad más allá de nuestra propia parroquia. Esta es la tercera forma que asumirá nuestra misión. El ciclo comenzará de nuevo en algún lugar nuevo y habremos cumplido nuestra misión.
El llamado, que ahora podemos escuchar con tanta urgencia, habrá sido respondido con nuestro propio "Aquí estoy, Señor". Estamos llamados a actuar con justicia, amar con ternura y servirnos unos a otros para caminar humildemente con Dios. Ahora, con confianza en Cristo, podemos comenzar.